Cuando se descubre Sudáfrica, es imposible no quererla. Cuando uno conoce mínimamente su historia y palpa de cerca la alegría de su gente, es imposible no encariñarse, es inútil no sensibilizarse.
Los Bafana Bafana son un sentimiento especial. La gente los adoptó como propios aunque prácticamente no tenga figuras a nivel internacional y Pienaar, su máximo ídolo, deambule por el Everton inglés.
Ayer, emocionaba como los hinchas locales le pedían fotos a los mexicanos. Su humildad, su frescura. Saben que Nelson Mandela luchó mucho para que ellos tuvieran este Mundial, y entonces quieren disfrutarlo al máximo, no dejar pasar detalles, vivir cada instante.
Por eso, estar en Sudáfrica es una caricia al corazón. Por eso, ayer fuimos muchos los que lamentamos ese disparo final de Mphela en el palo…
Ciudad tomada
Johannesburgo fue ayer una ciudad colapsada por el tráfico. El que no salió bien temprano, de madrugada casi, hacia el estadio, quedó atrapado en la telaraña de carros que invadió la ciudad. Como en una película de ciencia ficción, si los autos tuvieran vida propia, ayer fue el día en el que tomaron la ciudad. Y los seres humanos, presos al volante.
Vuvuzelas y tapones
Tanto “asustan” estas vuvuzelas con su sonido ensordecedor, que ayer las autoridades de la organización decidieron poner en práctica un recurso de prevención. Entregaron tapones de oídos a todos los asistentes. Sólo los usaron los periodistas europeos, quizá no acostumbrados a los “ruidos” del tercer mundo.
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