Al verlo de lejos, uno se estremece. Los espejos que decoran su exterior brillan de una manera peculiar, diferente. Cuando las luces del día le dan paso a la noche, ese mosaico parece cobrar vida propia y se hará postal para la eternidad. Al verlo de cerca y entrar en él, aumenta el encanto, se disemina por los ojos. El Soccer City está impecable, un coloso listo para recibir al primer partido de esta Copa del Mundo, mientras centenas de voluntarios ultiman los detalles de la fiesta entre las plateas y el campo de juego. La perfección parece adueñarse del templo en forma de olla africana, que ya es el símbolo de este Mundial y aspira a convertirse también en el emblema del crecimiento africano y de esta nación, dueña de una historia tan peculiar como castigada.
Pero cuidado, no todo está listo para el Mundial. No. De esa perfección del Soccer City se pasa en menos de 100 metros a su contracara. Las obras que se ven en los alrededores sorprenden y hablan de una alarmante falta de planificación. Es que uno se cruza con maquinas llevando tierra de un lado para otro, con obreros levantando alguna nueva plataforma, con ingenieros planificando algún nuevo ingreso para la gente. Todo estaría excelente si faltaran un par de meses para que la fiesta de comienzo. Pero el inexorable paso del tiempo dice que el viernes se abre el escenario mundialista con el esperado Sudáfrica vs. México. Entonces, la sensación no es otra que la siguiente: no todo estará listo a tiempo. Las dudas de los países desarrollados sobre si Sudáfrica estaba lista para el Mundial aumentan a medida que se acerca el inicio de la Copa.
Millonada
Quinientos millones de dólares costó la remodelación del estadio para albergar al Mundial. Y uno, al ver sus detalles, se explica en que se gastó tanto dinero. Si la idea era impresionar, acertaron. Si lo pensaron como ventana al mundo, dieron en el blanco. Aunque los últimos dólares se estén gastando ahora, en este preciso momento, en las afueras de “la Olla” donde queda mucho por hacer.
El estadio es el más grande del continente y albergará 88 mil personas. Tiene reservado siete juegos de la fiesta, entre ellos los dos principales: el inaugural y el que todos quieren jugar: la final del 11 de julio. Allí un jugador alzará la Copa al mundo y pasará a ser leyenda…
¿Y el color del mundial? Por ahora, poco y nada. Apenas se cruza a un par de mexicanos con la camiseta del Tri y con la voluntad de que serán miles el viernes cuando debute su equipo. Le ponen algo más de calor al soleado día de invierno. Pero la ciudad, y los alrededores del Soccer City, todavía no despegaron a la fiebre mundialista. ¿Será parecido a Francia 98, cuando el entusiasmo fue explotando a medida de los triunfos locales? Acá, los Bafana Bafana, no aseguran ni siquiera el pase a la siguiente ronda…
El símbolo
Las postales de los alrededores del Soccer City se multiplican y sorprenden: de un lado se trabaja a destajo y contra el tiempo. Del otro, una gigantesca fila de gente que se ofrece para el voluntariado. Un trabajo que debería llevar semanas de planificación se vuelve apurado y apremiante. ¿Todo saldrá bien? Eso se espera. Algo hay a favor: la enorme predisposición de los sudafricanos. ¿Alcanzará con eso?
La respuesta certera parece tenerla Mpoh, una agraciada voluntaria que dignifica con su trabajo y su sonrisa a la raza negra: “Es nuestro ejemplo de trabajo y dedicación. ¡Por supuesto que todo estará listo para el viernes!”, dice en el único momento en el que se pone seria. Otro moreno a su lado, Mpuer, coincide: “Este es nuestro lugar y estará 10 puntos para la ceremonia de inauguración”
Este estadio tiene además una razón de peso histórico para la raza negra: aquí fue donde Nelson Mandela se dirigió a una multitud de seguidores y dio su primer discurso después de estar 27 años encarcelado por pretender que todos los hombres sean iguales: claro, eso en tiempos del nefasto Apartheid, era una locura (ver nota aparte). Por eso, el Soccer City se transforma en un templo desde aquel histórico día de 1990, un escenario donde empezó a fomentarse la unión nacional, frente al otro estadio de la ciudad (también sede de este mundial) que simbolizó durante mucho tiempo el predominio de los adinerados blancos: el Ellis Park, tradicional escenario del rugby.
Paro la voluntad de ellos, los trabajadores del estadio que son 100 por ciento negros, todo es posible. Si les fue posible intentar (y lo continúan haciendo) la reunificación de una nación después de años de postergación y humillación, ¿cómo no va a ser posible alistarse para una Copa del Mundo?
8 jun 2010
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