Viaje a la ilusión

El Mundial de Sudáfrica ya se respira desde el aeropuerto. Los carteles con Nelson Mandela, el procer máximo de estas tierras y mito viviente, junto a la copa del Mundo le dan la bienvenida a los planteles, turistas, dirigentes, periodistas, y todo aquel que tenga que ver con el Mundial y lo ponen en órbita de que esta es tierra de fútbol. Luego, el aeropuerto se verá inundado de rótulos de las distintas marcas oficiales, cada una luchando por sus clientes, pero siempre con la pelota como elemento integrador.


La simpatía y amabilidad de los sudafricanos salta a la vista cuando el recién llegado camina por puertas que no conducen a ningún lugar. Es que en este gigante aeropuerto de Johannesburgo es casi imposible no perderse. Pero siempre habrá alguien, sonrisa en cara, que lo guiará correctamente.

El aeropuerto llamado Tambo se transforma así en la antítesis del aeropuerto de Washington, escala obligada, donde la cara de pocos amigos es moneda corriente. Y si uno llega de madrugada a la capital de Estados Unidos, deberá blindarse en paciencia. Un solo policía de migración para todos los pasajeros del vuelo hará que la espera de 3 horas en la fila parezca todavía más larga que el viaje. Y para colmo, cuando uno llega a la ventanilla, lo miran mal y las preguntas son prepotentes. De buenos modales, nada.

Pero Sudáfrica, gracias a Dios, es distinto. Es la contracara. Y acá la alegría sobrevuela el ambiente. Claro, la fiesta del fútbol está a punto de comenzar. Y Johannesburgo ya está vestida de gala desde hace un tiempo para ser la mejor anfitriona. Empiezan cuando uno baja del avión y hay fiesta por donde se mire. Y eso que esto, recién empieza…
10 may 2010