El Soccer City abrió sus puertas al fútbol europeo. Y lo hizo con un partido que a, priori, pintaba como uno de los mejores para ver de la primera fase. Se iban a encontrar frente a frente dos de los equipos que mejor eliminatoria habían cumplido. De un lado, Holanda, con su plantel de estrellas y su promesa de juego vistoso y efectivo. Del otro, Dinamarca, un equipo ordenado y peligroso al que muchos le apuntaban como la sorpresa del torneo.
Al final, el partido no tuvo nada del brillo esperado. Y Holanda sacó una merecido victoria pero lejos estuvo de un rendimiento para aplaudir. Es más, encontró de la mano de la fortuna la llave para abrir un juego que se le había cerrado demasiado. En Amsterdam, todavía deben estar agradeciéndole a la espalda de Agger, el autogol que se convirtió en la jugada clave del partido.
Temible
Todavía recuperándose de una lesión, Robben estuvo en el banco y fue la ausencia más notable del juego. Pero lea que nombres los de Holanda de tres cuartos de hacia adelante: Sneijder en el centro, Van der Vaart abierto por izquierda, Kuyt por derecha y Van Persie como punta. Un ataque que da miedo a cualquier rival. Y si no salen las cosas, queda Robben. Y si no puede entrar, aparece un tal Elia para poner la pimienta que faltaba. Demasiado potencial.
Sin embargo, pocas veces los talentosos holandeses pudieron juntarse para darle lustre a esa multitud naranja que no paró de aclamarlos desde la tribuna. Es cierto, jugó mejor que Dinamarca pero también estuvo lejos del nivel que suelen presentar sus individualidades.
El esquema danés fue cerrarse en el medio y apostar a un pelotazo para Bendtner, el peligroso delantero del Arsenal, que no llegó al debut al cien por ciento de su capacidad física. Pocas veces lo pudieron encontrar bien ubicado.
Cuando empieza “la ola” en las tribunas es un síntoma de que en el campo de juego el partido se va haciendo tedioso. Eso fue lo que pasó desde los 25 minutos cuando se jugaba solo en la media cancha. Algún disparo de Kuyt de fuera del área, una combinación de toques entre Sneijder, Van der Vaart y Van Pierse y nada más. Demasiado poco.
El que despertó el partido, y a los hinchas, fue el danés Bendtner quien primero cabeceó muy cerca y después le dio un pase perfecto a Kahlenberg para que defina. Pero el mano a mano lo ganó el portero Stekelenburg, sucesor del legendario Van der Sar, dueño del arco naranja por casi dos décadas. Los daneses, de a poco, fueron perdiendo la timidez y hasta se le animaban al poderoso rival.
Cabeza, espalda y red
Los temibles delanteros de Holanda no pudieron con Sorensen, pero sí pudo, irónicamente, un propio compañero. En una jugada que puede quedar marcada como la de mayor mala suerte del Mundial, Simon Poulsen despejó, mal, un centro; la pelota pegó en la espalda de su compañero Agger y tras dar en el palo, entró mansamente en el arco. Así es el fútbol: todo lo que había insinuado Holanda en el primer tiempo, lo termina encontrando de chiripa en el inicio del segundo.
A partir de allí se vio lo mejor del equipo de Van Marwijk: Holanda se tranquilizó, empezó a manejar la pelota con toques cortos y ponerle profundidad cuando fue necesario. Así Van der Vaart estuvo a punto de marcar un gol de antología con un toque mágico al borde del área que contuvo bien Sorensen. Si era gol, habría que haber cerrado el Soccer City…
El ingreso de Eljero Elia por el propio Van der Vaart revolucionó el partido. El delantero de 23 años del Hamburgo alemán enloqueció a la defensa danesa y fue vital para que los holandeses merecieran más goles que el 2-0 final.
En gran parte por su “culpa”, el final fue a toda orquesta para los naranjas: Sneijder con rebote, disparó al travesaño; Kuyt marcó tras una pelota en el palo de Elia y este mismo delantero estuvo a punto de aumentar en el final. Los últimos 20 minutos fueron, por lejos, los mejores de Holanda. Si juega así, se lo puede seguir considerando candidato. Si juega como lo hizo durante los otros 70’, volverá a sufrir y a depender de la fortuna si pretende meterse entre los mejores.
15 jun 2010
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