Cuatro años antes, levantaba la copa con las manos y tocaba el cielo con el corazón en Berlín. Hoy se va mirando para abajo con los ojos vidriosos del estadio enclavado en el centro de Johhanesburgo. Es Fabio Cannavaro, capitán y ¿alma? de esta Italia. Lo del interrogante surge porque pareció un campeón sin justamente eso…alma. A pesar de la sensación dejada en los últimos minutos, los azzurros estuvieron lejos de ser un equipo serio y con amor propio. En tanto, el Mundial se sigue sacudiendo. En octavos no estarán el local, el subcampeón Francia, y tampoco el campeón del mundo. Vergogna: terminó último en el grupo que compartió con Paraguay, Eslovaquia y ¡Nueva Zelanda!
Eslovaquia jugó el partido de su vida. Ese que soñó desde que logró su clasificación y se sortearon los grupos en diciembre. En su primer mundial le ganó al campeón y está en octavos de final. Por si fuera poco, tiene a uno de los goleadores del Mundial: un tal Vittek, que juega en el ignoto Ankaragucu de Turquía y ayer hizo dos goles para alcanzar al Pipita Higuaín en lo más alto de la clasificación con 3 tantos. En Bratislava todavía se preguntan si es cierto…
¿Habrá sido el mejor partido del mundial? Es probable por lo intenso, pero por lo futbolístico, seguro que no. Lo que es una certeza es que fue el más dramático, el más apasionante. Porque lo tuvo dos veces para la goleada Eslovaquia, porque lo tuvo dos veces para el empate Italia. Porque los últimos minutos fueron de locura…
Catenaccio… al ataque
Este campeón demostró poco amor propio y nada de fútbol. Al catenaccio le cuesta cuando tiene que salir a buscar los partidos. Y ayer debió atacar desde el primer minuto porque el empate lo podía dejar afuera. Sin embargo, fue Eslovaquia la que dominó en la primera parte del partido. Y los italianos volvieron a ser erráticos, sin acertar en casi nada, y llegando muy poco al área rival. Como en sus partidos anteriores.
Vittek, el goleador eslovaco, definió en el minuto 25 el merecido primer gol de su equipo después de una fenomenal jugada de Kucka. La hizo completita el volante del Sparta Praga. Se la robó a De Rossi y asitió al delantero con un pase fenomenal.
Después Marchetti, el reemplazante de Buffon, se lució en dos ocasiones. Eslovaquia parecía un equipazo pero por “culpa” e Italia, que no encontró ni el juego ni la marca de los blancos. Strba sacó un remate desde más de 30 metros que volvió a revolcar a Marchetti. Ya merecían el segundo.
¿Y los azurros? Seguían perdidos en la intrascendencia y sus volantes no podían dar dos pases seguidos. Gattuso, por ejemplo, se dedicó a hacer lo que mejor sabe: pegar y discutir. Montolivo nunca fue salida. De Rossi y Pepe deambularon enredados entre camisetas eslovacas. Y arriba, Iaquinta y Di Natale casi no entraron en juego.
Para la segunda mitad, Lippi estuvo obligado a ser audaz, algo que no es precisamente su fuerte. Hizo ingresar a Quagliarella y Pirlo en busca del empate. Pero no hubo caso: el viejo fuego de los campeones del mundo se siguió extinguiendo. Y el campeón del mundo pareció haberse quedado en Alemania.
Eslovaquia manejó el partido a su antojo. Entre Kucka, Stoch y Hamsik marcaron el ritmo en la mitad del campo y se dedicaron a cuidar bien la diferencia. La ola, en las tribunas, completaba visualmente el espectáculo del sonido de las vuvuzelas. Así, entre la intrascendencia italiana y la pasividad eslovaca parecía que se moría el partido. Pero faltaba lo mejor: los últimos 20 minutos.
Final de locura
Allí, en esos 20’ finales, pasó de todo: la pelota iba de un arco al otro y casi ni se jugaba en el medio. Primero salvó con la rodilla en la línea Skrtel un remate de Quagliarella. Y después marcó otra vez Vittek tras un certero centro de Hamsik: 2-0, a los 73’ ¿Definido? Parecía, pero… siete minutos después, al fin Italia enhebró una buena jugada y convirtió Di Natale. Enseguida le anularon el empate por fuera de juego a Iaquinta. Y ocho minutos más tarde ingresó Kopunek y su primera pelota fue a la red: 3-1, a los 89’. ¿Definido? Parecía, pero… dos minutos más y Quagliarella la picó por arriba del portero e hizo un golazo que sirvió para mantener la esperanza… Los minutos que siguieron fueron eternos pero…
Esta Italia no estuvo ni siquiera para milagros. En Alemania lloraron de alegría, en Sudáfrica lo hacen de impotencia. Adiós al campeón, de la peor manera, en un grupo que pintaba sencillo. En Roma ya hablan de vergüenza. Buscaron defenderse con la estirpe del campeón pero jugando así, no había pergaminos que pudieran soportar lo que se veía en el campo. Demasiado poco, Italia, demasiado poco.
25 jun 2010
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