Una ciudad tranquila y amigable. Así se podría sintetizar a Polokwane, la capital de la provincia de Limpopo, escenario del partido que anoche jugaron griegos y argentinos.
Aquí la tranquilidad y la serenidad equilibran un poco el ruido y la vorágine de una metrópoli como Johannesburgo, situada a 340 kilómetros de este lugar. El tránsito, lo único que no es amigable en Johannesburgo, aquí sí lo es. Entonces da gusto recorrerla antes del juego.
Uno se entera de que la ciudad cambió de nombre hace poco, unos ocho años. Antes tenía el nombre de uno de los colonos holandeses, que mejor ni recordar y refería a la peores épocas de este país.
También están latentes las desigualdades que gobiernan Sudáfrica y toda África. Enormes asentamientos le dan paso a lujosos barrios con carros últimos modelos en cuestión de pocas cuadras. La realidad incontrastable de un continente olvidado, nada extraño de ver para los periodistas latinoamericanos.
Pero ayer Polokwane tuvo colorido internacional. Claro, había otro partido mundialista en la ciudad y helénicos y gauchos se hicieron dueños de las calles por varias horas. Y la Fan Fest se preparaba para el “milagro Bafana”. Al final, hubo triunfo pero no clasificación. Los locales quedaron eliminados y las únicas alegrías gritadas en la gélida noche polokwanesa, terminaron siendo argentinas. Una duda nos asalta ¿seguirán sonando las vuvuzelas?
23 jun 2010
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