¡Paaleermo, Paaleermo…!
Hay fiesta en las tribunas repletas de argentinos. Hay celebraciones por todos lados en el estadio de la preciosa Polokwane. Hay locura. Por una vez, ni Messi ni Maradona son el epicentro de los gritos y los elogios argentinos. Por una noche mundialista, el dueño del argentino del partido es otro. El canto unánime de los aficionados da el veredicto final: ¡Paleermooo, Paleermooo!
Son 20 , 30 mil argentinos los que gritan sin parar por el 9 de . Era el invitado que faltaba para que la fiesta sea completa. En el campo, es un jugador querido y respetado por sus colegas. Afuera, es ídolo de todas las hinchadas, en especial de la de Boca. Claro, a los 37 años se convirtió en el máximo goleador de la historia de ese equipo. Sólo le faltaba el gol en el Mundial. Por eso, cuando Maradona se decide a hacerlo ingresar faltando diez minutos, el delantero símbolo del fútbol gaucho siente la ovación de la gente a sus espaldas.
Antes, los hinchas argentinos se entretuvieron con el tradicional cantito “el que no salta es un inglés” y también admirando a la platea femenina helénica. Las griegas no están entre las más lindas del Mundial, son las más lindas. Con las caras pintadas, con su alegría y su simpatía completan una escenografía perfecta.
Azul, celeste y blanco. El estadio es una fiesta de banderas griegas y argentinas. Así de bien la pasa el público hasta que Palermo, el Titán como le dicen en Argentina, manda la pelota a la red. Ahí se acaban todos los gritos previos, los saltos y las miradas a las féminas. Ahí todo pasa a ser “Paaleermo, Paaleermo…”
23 jun 2010
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