Inolvidable Sudáfrica

Para la nación del arco iris, un arco iris de sensaciones. Vale el juego de palabras para describir las emociones de un viaje que se podría calificar de muchas formas pero sólo se puede definir de una: inolvidable.


Por eso, seguramente cuando se recuerde del Mundial Sudáfrica 2010, se hará alusión a pocas novedades en lo futbolístico pero inmenso desde el corazón de su gente y la voluntad de su pueblo. Sería casi miserable criticar deficiencias organizativas y de infraestructura en Sudáfrica cuando uno sabe que esta tierra fue castigada por patéticas historias de esclavitud y apartheid y el presente globalizado la tiene olvidada. Sin embargo, no se ahorran sonrisas ni modales. La sensación es la misma que el primer día: los sudafricanos son encantadores.

Fueron 40 días y cuarenta noches para el recuerdo. Aunque el tiempo corre tan rápido que no conoce de horarios, ni tiene en cuenta calendarios. Parece que fue ayer la llegada al aeropuerto, recibidos con la sonrisa de Mandela desde un mural junto a la Copa, la misma bienvenida que tuvieron todos los visitantes de Sudáfrica.

La cantidad de viajes, idas y vueltas, el vértigo de una cobertura en terreno desconocido y la aventura de descubrir un lugar nuevo cada día, hacían todo mucho más apasionante. El viaje se podría dividir en dos grandes etapas: la etapa de Johannesburgo (la más larga) y la etapa costera (la más corta, en el medio de la cobertura).

Esa enorme urbe llamada Johannesburgo donde viven más de 7 millones de personas es una abrazadora ciudad con contrastes marcados: inmensas autopistas la recorren sus más de 2,000 kilómetros cuadrados de este a oeste y de sur a norte. En Sandton, precisamente en Mandela Square, la zona más cara, se vivía el mundial con los hinchas de dinero y el de las personalidades importantes. Allí se realizaron las entrevistas mano a mano con personajes del fútbol, tan diversos y tan ricos, como Michel Platini, Patrick Kluivert, Bam Bam Zamorano o el Pájaro Hernández. La contracara del lujo y el comfort se llama Soweto, increíble zona con más de dos millones de personas conviviendo con la pobreza. Allí se vivía el mundial del pueblo sudafricano. Allí también conocimos la Casa de Mandela, hoy convertido en simbólico museo.

La base de la cobertura se instaló en un hotel de Morningside, zona de clase media de Johannesburgo. Desde ese punto, pudimos partir a ver los partidos de los dos escenarios de la ciudad (Ellis Park y Soccer City) a ciudades cercanas: así conocimos la capital administrativa del país, Pretoria (a 60 kilómetros de Johannesburgo); los inmensos contrastes de Rustenburgo (121 kilómetros), la fría pero acogedora Polokwane (331 kilómetros) y la casi desierta Nelspruit (a 358 kilómetros).

La otra parte del viaje, fue la semana costera en Ciudad del Cabo (a 1,400 kilómetros de Johannesburgo) para ver cuartos y semifinal. Maravilla de ciudad, crisol de razas, con paisajes naturales dignos de admiración y una infraestructura de primer mundo. Montañas, mar y una zona céntrica que atrae a turistas de todo el mundo. Un escenario más emparentado con las mejores ciudades de Europa que con África. El viaje relámpago a Durban (700 km) para la otra semifinal completó el recorrido y sólo faltó conocer dos sedes: Bloemfontein y Puerto Elizabeth. Una lástima pero no hubo tiempo.

En total, EDH estuvo presente en 15 partidos de la primera fase, 4 de octavos de final, 2 de cuartos de final y las 2 semifinales. Suman 23 partidos con presencia en el estadio, salas de prensa y zona mixta, allí donde los jugadores realizan sus declaraciones a todos los medios del mundo.

El traslado hacia los estadios no fue fácil: se combinaron los buses oficiales de la FIFA, con taxis y carros alquilados para realizar las coberturas. También se compartieron viajes con colegas de distintas partes del mundo: Ezequiel Fernández Moores (agencia ANSA de Italia), Edgardo Broner (diario El Comercio de Venezuela), Rory Smith (diario Daily Telegraph, Inglaterra), Waldemar Iglesias (diario Clarín de Argentina) o Leonardo Burgueño (Diario la Tercera de Chile), entre otros.

El horario de trabajo fue bien amplio y flexible. El día comenzaba entre las 7 u 8 de la mañana y la jornada laboral terminaba cerca de la medianoche y cuando los partidos eran nocturnos se extendía hasta las 2 a.m. La hora de las comidas se trastocaba de acuerdo a la ocasión. Había días para sentarse a comer con una buena sobremesa con periodistas de todo el planeta y darle duro a la plática. Otros días, el mediodía pasaba de largo sin avisar o con apenas un chocolate, una salvación en momentos de apremio y también en la noche, cuando las cocinas de todo Johannesburgo cerraban cerca de los 10.30 pm.

Vitamina C y buenos abrigos sirvieron para combatir los resfríos que amagaron siempre pero nunca concretaron (algo así como Cristiano Ronaldo en el campo). Hubo días de mucho frío y partidos con temperaturas bajo cero pero le ganamos a la gripe. ¿Amigos nuevos? Varios, sobre todos los taxistas Clement y Mike, y los recepcionistas Khule, Rhamsoda o Thamsanga, también nuestro experto profesor de zulu.

Las vivencias fueron cientas pero en San Salvador, nos espera lo mejor: Katty, en casa, con unas buenas pupusitas…
14 jul 2010

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