Un día con los leones

Se terminó el Mundial y sólo queda una asignatura pendiente en Sudáfrica. Conocer a los leones. Alguien dice que estar en África y no ir a verlos es como visitar El Salvador y no ir a sus playas o no observar el monumento a El Salvador del Mundo.


El Lyon Park en las afueras de Johannesburgo, es el lugar ideal. A 40 minutos de un tránsito infernal existe otro mundo, el animal. Más naturaleza, mucha más paz. Cebras, antílopes y hasta Sprignbooks (animal típico de Sudáfrica, del cual salió el nombre de su Selección nacional de rugby) son el prólogo que anuncian la llegada a las estrellas del día. Nada de Messis ni Ronaldos, acá las figuras son los leones.

Ahí se los ve, tranquilos, bostezando, inmutables…, hasta durmiendo. Uno puede pasar con el carro a centrímetros de ellos. Dicen que pueden dormir hasta 18 horas por día pero que si uno abre la ventanilla o intenta salir del carro, enseguida lo perciben. Y hay que tener cuidado. Según los guías, comen alrededor de 25 kilos de carne por jornada.

El final es lo mejor: allí están los cachorritos de apenas 6 meses jugando entre ellos. Uno se suma y no resiste la tentación de alzarlos y acariciarlos. La sensación es increíble: osos de peluches vivos, con pequeños colmillos que hoy son inofensivos pero inevitablemente crecerán con el paso del tiempo. Son juguetones y, sobre todo, muy amigables.

El viaje está completo, ya no queda asignatura pendiente. Y era cierto: los leones son otra de las maravillas sudafricanas.

15 jul 2010

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