La vida, la fiesta y la gloria

La vida, la gloria y los recuerdos se dan la mano: El waka waka, bailado por los jugadores con la Copa en la mano. Iniesta, que le dedica el triunfo al fallecido Jarque. Casillas, que le da un tremendo beso a su novia Sara Carbonero para toda la televisión. Puyol y Xavi, enloquecidos en el medio del campo con la bandera catalana. Los hinchas no se quieren ir nunca del Soccer City. Son postales, entremezcladas y desordenadas, de los últimos instantes del Mundial. Ya todo terminó y las cosas están en su lugar: España, el mejor equipo del mundo, es el campeón mundial. Una coronación inolvidable.


“Si se puede” gritan todos en el Soccer City. Claro, quedan sólo los españoles porque la mayoría naranja ya debe estar durmiendo. Es el momento más importante de la historia del fútbol español y no se quieren perder un detalle. Por eso filmaron cada movimiento de Casillas con la copa, ese festejo inolvidable en la tribuna lateral del estadio, la caótica vuelta olímpica, los intrusos de siempre ridiculizando a la policía. Todo quedará registrado en sus cámaras digitales, lo guardarán para toda la vida. Lo que todavía no terminan de registrar en sus mentes es lo que están viviendo: la gloria futbolística. Tardarán más de un par de días en darse cuenta.

Los jugadores, en el palco, son alegría pura. Sí que había mucho para desahogarse; está claro que se morían de ganas de levantar ese trofeo. La Furia del toque y del buen fútbol tiene bien merecida esa Copa que pesa nada más que 6 kilos pero que son muchos más en términos sentimentales.

El presidente sudafricano, Jacob Zuma, y el de la FIFA, Joseph Blatter, le entregan la copa a Casillas, que sigue con los ojos vidriosos de tanto llorar después del gol de Iniesta. Es su momento cumbre. Antes del partido se había paseado en carrito por el campo Nelson Mandela, quien también debe estar siguiendo por TV esta coronación. Este fue su mundial. Se comprende tanta emoción. Nadie la resiste y mucho menos los españoles.

Manolo, el hincha número 1, también llega hasta las lágrimas. Ni aún así, deja de tocar su bombo. El tradicional canto “Que viva España” se grita más fuerte que nunca. “Xavi, Iniesta, esto es una fiesta”, el himno que nació en la Eurocopa se multiplica por miles. El “Si se puede” sigue retumbando…

Los ogros Van Bommel y Heitinga, que se turnan para pegar patadas, quedan ahora en el olvido. Fueron, durante el partido, los más insultados junto al pésimo árbitro inglés Howard Webb. Pero el enojo le dio paso a la locura con el gol de Iniesta, especialista en tantos históricos, cuando los penales se veían cada vez más cerca.

El viejo y querido sueño, al fin, se les hace realidad. Valió la pena el sacrificio del viaje. Y si sienten más españoles que en el mismísimo Madrid. Los 8,000 kilómetros que separan España de Sudáfrica están unidos por el sentimiento. Arriba la Roja, eterna Furia.

Hace frío en Johannesburgo. El clima no se enteró de la final del Mundial y arremete sin clemencia en la noche cerrada sudafricana. No importa. La cerveza calienta el cuerpo y afina las gargantas. La fiesta acaba de iniciarse y amenaza con seguir varios días. Es lógico: estamos ante la mayor conquista deportiva en la historia de España.

El alma les sonríe hoy a los españoles. A los jugadores y a los hinchas. Ambos están en el olimpo. Está muy bien. La vida es una fiesta. Y ellos están en la gloria.
14 jul 2010

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